El Imperio Romano, absorbió la cultura helenista poco después del II a.C. como producto de la conquista del Imperio Griego. Retóricos, filósofos, pedagogos se lanzaron a las calles de Roma a impartir sus conocimientos.
Surge así una Roma culta, que presta oído a los sabios esclavizados que ganan muchas veces su libertad enseñando.
Proliferó así la educación básica y una secundaria que, debido a la libertad educativa que el Imperio proponía, podía impartirse en la vivienda o en escuelas abiertas con ese fin. Se enseñaba valiéndose de textos griegos y latinos y, mediante el análisis de las obras, se abundaba en métrica, geografía, matemáticas y física.
Hasta el siglo II a. C. la educación romana correspondía exclusivamente a la familia, que se consideraba una unidad social, y la madre se hacía cargo del niño hasta los 7 años, momento en el cual pasaba a estar bajo la tutela del padre que lo adiestraba en artes como el cultivo de la tierra, el uso de las armas, la escritura y las buenas costumbres. La niña seguía, en cambio, bajo la sombra de la madre, aprendiendo las tareas de la casa.
A la edad de 16 años, el joven, se alistaba y terminaba su enseñanza en el ejército donde la disciplina era cosa de vida o muerte. Había castigos de extrema brutalidad para los cobardes y desertores.
La enseñanza superior estaba destinada a los que pretendían ocupar lugares en la política del imperio. Era crucial la oratoria y debían aprender retórica guiados, por lo general, por un profesor griego.
Poco antes de fragmentarse, el imperio, la educación tomó un rumbo insospechado, que no es ya tratamiento de este artículo, pero sí vale como anunciar como la continuación de esta revisión histórica del tema que nos toca. Aproximadamente en el año 300 d. C. el emperador Constantino elige el cristianismo como religión oficial del Imperio.
Este evento dará comienzo a una erosión en las conquistas que hasta entonces se habían logrado, en la órbita de la educación pública. El poder de la Iglesia crece y pacta con los reyes y se monopoliza el conocimiento en los monasterios. Será el oscurantismo medieval quien frenará este empuje del saber y de la democratización del conocimiento que deberá esperar hasta la Ilustración.